viernes, 17 de febrero de 2012

Conjugando el verbo “preocuparse”: yo me preocupo, tú te preocupas, el/ella se preocupa…


Charlando con una amiga, nos enredamos con este tema: ella no quería que yo me preocupara por ella… pero ella se preocupa por mí, también se preocupa mucho por su hijo y por su amiga pero estos dos últimos me dicen que están muy bien y los dos, por separado, me dicen lo mismo: que yo cuide de ella (de mi amiga). Pero ella, a su vez, me dice que yo cuide de tal y, en definitiva, ¡nadie se deja cuidar! ¿qué está sucediendo?

Hemos escuchado decir muchas veces que “no hay que pre-ocuparse, sino directamente ocuparse”, es decir, preocuparse por los demás, muy al contrario de lo que nos han enseñado, no es nada loable (que conste que lo dice alguien que se preocupa mucho, demasiado… precisamente por eso lo quiero contar), sino que puede resultar bastante perjudicial tanto para la persona preocupada por la cantidad de sufrimiento que esta actitud genera, como para la persona objeto de la preocupación que así lo percibe, lo que resulta bastante latoso. Visto del revés, si hay una persona continuamente preocupada por nosotros por la más pequeña nimiedad, tanto y más si es algo de envergadura ¿nos va a agradar su reacción? La respuesta o tendencia sería a no contarle nada para no preocuparle con lo cual se  anula la comunicación y la fluidez de afectos, la sinceridad y la relación en general se resiente, aunque no lo queramos.

Otra cosa es cuidar de que alguien esté bien desde un ánimo optimista, de confianza en que así es, velar por un ser amado como el que trata a un pequeño cuando viene llorando porque se ha hecho una herida y sonriente le curamos y le decimos aquello de “sana, sana, culito de rana, si no sanas hoy, sanarás mañana” Y ya confiado y contento se va corriendo otra vez a jugar como si no hubiera pasado nada… así de sencillo. Por más grave que sea por lo que estén pasando los demás, no es más que una etapa, una lección de aprendizaje sumamente importante para esa persona que se está desarrollando en el mundo físico, solamente. En su ser interior, en el verdadero ser, el espíritu no hay dolor, ni sufrimiento. Se asemeja a un día de clase en el que toca repasar, por ejemplo, alguna de las dos guerras mundiales, lo cual no va a producir el menor dolor en el estudiante “como si realmente lo estuviera viviendo”, siendo solamente un tema de estudio.

Ahí está la diferencia, entre pre-ocuparse y ser realmente efectivos y ocuparse cuando es conveniente.

Vamos a ver las flores que nos ayudan para esta ocasión:

RED CHESTNUT: para el miedo a lo que le pueda ocurrir a un ser amado. Realmente ese miedo es producido por nuestras propias sombras pero que proyectamos en los demás. La esencia nos ayuda a estar totalmente tranquilos, positivos y confiados por lo que pueda pasar a los demás.

CHICORY, para evitar el excesivo control que podamos ejercer sobre los demás con la escusa del amor que les profesamos.

VINE, abre la mente a las infinitas posibilidades de la vida y no solo centrarnos en nuestro único y exclusivo punto de vista.

WHITE CHESTNUT, evita el disco rayado, el monotema de lo que pueda ocurrir al otro.

STAR OF BETHLEHEM, para curar antiguas heridas que provocan preocupaciones posteriores.

Esta es una pequeña pincelada pues, dependiendo de cada uno, podrían ser otras: para reafirmar la seguridad en sí mismo, LARCH; evitar la culpa innecesaria, PINE; unos pensamientos que producen pánico, ROCK ROSE, si hay inseguridad, excesiva rigidez, etc…

Lo cierto es que, contemplando las cosas desde un plano más elevado, desde el espíritu, todo adquiere otro punto de vista bien distinto, más global, universal, holístico…

¿Verdad que si, querida amiga?
Dedicado especialmente a ella...