jueves, 13 de noviembre de 2008

La vecina que no quería vivir

Llamé a la vecina para saludarla pues hacía tiempo que no la veía. Me contó con voz muy baja que estaba medicándose, le pregunté para qué y me dice "es que no quiero vivir, no me atrevo a dar el paso, pero no encuentro motivos para seguir viviendo". Me entró un escalofrío pues pensé que podía ayudarla con "mis flores" y me había despistado en atenderla. Le propuse pasar una consulta y accedió con bastante interés, como agarrándose a un clavo ardiendo pues, por lo visto, era una situación que sufría desde hace mucho tiempo.
Aunque lo lógico sería pensar en que necesitaba a gritos una o más flores para la "depre" resultó que no: estaba en un triángulo fatal entre la culpa (pino), falta de autoestima (alerce o larch) y un gran sentimiento de fuga o ensoñaciones no muy halagüeñas (clematis). Para entenderlo mejor os remito a leer el aspecto de cada flor ¡con razón decía que no quería vivir pero que no se atrevía a dar el paso...! típico de clematis.
Después de la consulta se fué, pienso que, algo ilusionada con su frasquito de flores.
La primera regla esencial de todo buen terapeuta floral es hacer despertar la esperanza aunque sea el más pesimista. En esta ocasión fué más o menos fácil.
Bien, con la confianza que creo tener como vecina, la llamé al día siguiente para ver cómo iba el tema y... casi no podía ni hablar, estaba "tirada" en el sofá ¡mucho peor! Esto no suele ser lo normal pero sí hay un pequeño porcentaje en que la respuesta en los siguientes primeros días es a peor pero es lo mismo que cuando nos dá por limpiar la casa a fondo y removemos todos los muebles, alfombras, cortinas, teniendo que abrir ventanas para que ventile el polvo que se levanta... en fín traté de dominar la situación explicándole todo esto y pidiéndole un poco de paciencia, después de asegurarme que seguía tomando las gotas a lo que me contestó que si, que ¡llevaba ya medio frasco!
Bueno, pues a los tres días los encontré de frente al marido y a ella... ¡estaba esplendorosa, despampanante, muy bien arreglada "marcando figura"! de un aspecto que, objetivamente, parecía brillar por si misma. Y sin mediar palabra, me dice el marido: ¡mírala! todo el día por ahí de compras... y me dijo ella muy sonriente "sí, si y sin cansarme nada".
No hubo palabras pero percibí que me estaba muy agradecida aunque, realmente, las protagonistas fueron las flores... y su interés.
No hará falta contar que, a partir de ese día, ¡se olvidaron de mi! y aunque la he estado observando no he visto que haya tenido una recaida y ¡ya ha pasado tiempo de esto!
¡como son las flores!

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